domingo, 24 de abril de 2011

Media vida en 25 canciones (7)

MOON RIVER

La Canción “Moon River" fue compuesta en 1961 para la película Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s), dirigida por Blake Edwards. La letra es de Johnny Mercer y la música del genial compositor Henry Mancini, al que le debemos un puñado de bandas sonoras que han pasado a la Historia del Cine con letras de oro como el Tema de amor de la película Romeo y Julieta, dirigida por Franco Zeffirelli, y el de La Pantera rosa para la película homónima que también dirigió Edwards. Con Moon River, Mercer y Mancini ganaron ese año el Oscar de la Academia de Cine a la Mejor Canción Original.

Como una muesca sentimental, uno guarda en la memoria la secuencia de la película donde una inolvidable Audrey Hepburn la interpreta en la ventana de su apartamento ante el boquiabierto Annibal Smith, (al que da vida el actor George Peppard). Desayuno con diamantes fue la primera película declaradamente pop de los años sesenta y su canción emblemática Moon River ─casualidades del destino─ fue grabada por el sudafricano Danny Williams, que nos dejó la mejor versión. Luego, el estadounidense Andy Williams grabó otra, que es la que casi todo el mundo conoce como la "clásica". Misterios del alma humana, que diría un filósofo. Como este de que en cuestión de correr y cantar los negros carden la lana y los blancos se lleven la fama.

Moon River es una canción “descolocada”; habla de lo que soñamos cuando estamos despiertos. Si nos ha llegado a través de un desayuno, les aseguro que suena muchísimo mejor después de una buena cena, en mejor compañía. El tema musical sirvió para relanzar a Mercer como autor de letras, cuando andaba un tanto oscurecido en los tiempos emergentes del rock and roll. Se dice que hasta una cala de Savanna, Georgia, la ciudad natal de su creador, fue bautizada con el nombre de Moon River. Ha sido interpretada por los más grandes cantantes del siglo XX: de Aretha Franklyn a Lena Horne; de Louis Armstrong a Boby Darin; de Nico Fidenco a Connie Francis; de Sinatra a Rod Stewart; de Barbra Sreisand a Willie Nelson; de Ray Conniff a Trini López y de Morrisey a Oscar Peterson, éste con una magnífica versión instrumental al piano.

Moon River, wider than a mile,
I'm crossing you in style some day
Oh, dream maker, you heartbreaker,
Where ever you're goin'
I'm goin' your way.
Two drifters off to see the world,
There's such a lot of world to see.
We're after the same rainbow's end,
Waitin' 'round the bend,
My Huckleberry friend, Moon River and me.

Río Moon, más ancho que una milla,
algún día te cruzaré a lo grande.
Oh, fabricante de sueños, tú, rompecorazones,
donde quiera que vayas iré contigo.
Dos vagabundos salen a ver el mundo
porque hay un montón de mundo para ver.
Estamos persiguiendo el mismo final del arco iris,
esperando en la curva,
mi amigo Hucleberry, el río Moon y yo.


El estilo no envejece jamás. Lo dijo Audrey Hepburn y nadie mejor que ella para esta clase de verdades de Perogrullo. Medio siglo después, la película Desayuno con diamantes ─basada en la novela corta escrita por Truman Capote─ sigue manteniendo el tipo. La razón, posiblemente esté en que el film fue todo un reflejo visual y sonoro de los cambios que se empezaban a fraguar en la mujer norteamericana primero y luego en la de todo el mundo. Lo que quizá no sepa la gente es que la primera y deslumbrante secuencia en la que Hepburn mira el escaparate de la joyería Tiffany's en ese Nueva York con las calles vacías tuvo un rodaje multitudinario, con la gente agolpándose tras las cámaras para ver a la estrella vestida por Givenchy y Edith Head. O que Audrie se permitió el lujo de ponerse la ropa corriente que ella usaba en la intimidad durante la famosa escena de la canción.




Desayuno con diamantes
es un relato romántico muy alejado de la complacencia; una historia de amor en la que la inocencia anda arrinconada en algún lugar de la oficina de objetos perdidos. Dos inadaptados rapiñan su sustento en medio de compañías ajenas de conveniencia. Él es un escritor de poca monta, amante a sueldo de una mujer que le dobla en edad. Ella, una chica de Texas que sobrevive gracias a sus encantos en la Gran Manzana. La comedia arremete sin consignas revolucionarias contra muchos de los patrones de conducta de esa alta burguesía que se rige por un código moral cuyo primer artículo dice que todo tiene su precio.

Después de Desayuno con diamantes y Moon River, medio mundo cree que el glamour consiste en lucir unas gafas grandes de sol, un pañuelo al cuello y un collar de perlas sobre el escote de un vestido negro, bajo una pamela. Pero el otro medio sabe que la melancolía jamás estará mejor expresada que mediante esa pareja con las gabardinas empapadas que busca desesperadamente un gato perdido bajo la lluvia, mientras fluye eternamente el caudal del Moon River.

domingo, 3 de abril de 2011

Media vida en 25 canciones (6)

NE ME QUITTE PAS

Supongo que hay tantas clases de hombres despechados ─por el abandono de la mujer que aman, me refiero─ como seres humanos “con cosas de varón y dientes”, que diría Miguel Hernández. Cualquiera que haya vivido lo bastante sabe de ejemplos extremistas. Desde el tipo que acepta la separación firmándola con un cuchillo de cocina sobre el corazón de ella, abierto de par en par, hasta ese otro que está dispuesto a convertirse en bayeta o cucaracha con tal de que la mujer de su vida se queda junto a él. Yo conocí a uno que aceptó dormir en el sofá del salón de su casa, cediendo su lugar en la cama conyugal al amante de su esposa, hasta que al cabo de un mes no pudo más y se rebeló. Entonces su venganza fue terrible: le estropeó la tapa del delco de su Simca 1000 a aquel fulano que le había levantado la esposa.


De Ne me quitte pas, la canción compuesta por el cantautor belga Jacques Brel ─uno de los “grandes” de la “chanson française”─ se han grabado infinidad de versiones; algunas memorables y en diversas lenguas. Por ejemplo, en la original francesa ha sido cantada por Edith Piaf, Nina Simone, Nana Mouskouri, Swing y ─una de las mejores─ la española MariTrini. En inglés, con el título de Don´t leave me, lo han hecho Ray Charles, Neil Diamond, Frank Sinatra, Marlene Dietrich, Marianne Faithfull y David Bowie. En portugués, con el de Não me deixes mais, fue incluida por Pedro Almodóvar ─cantada por la brasileña Maysa Matarazzo─ en su film La ley del deseo. Esa canción fue lo único que me gustó de la película.

Una estación de metro, setenta calles, tres colegios y un tren de Bélgica llevan el nombre de Ne me quitte pas. Y en Francia hay veintisiete calles y treinta ocho colegios bautizados así, en su homenaje. Jaques Brel nació en un barrio de Bruselas, dentro de una familia acomodada. “Mi padre era un buscador de oro, incapaz de encontrarlo nunca”, diría el cantante de su progenitor. Jaques vivió siempre la seguridad burguesa como una carga y la comodidad del hogar como una claudicación. Lo suyo era la necesidad vital de la aventura. Amaba el paroxismo y abominaba de resignación, tanto en la vida como en la música. Empezó cantando en tugurios de París, entre abucheos y cobros de setecientos francos por una actuación de tres o cuatro canciones. Más vampiro que noctámbulo, fue un obseso de los encuentros nocturnos, los vasos fríos, los besos calientes y los espejismos de la madrugada. El pianista François Rauber le explicó un día que la inspiración jamás se acerca a un compositor que sólo domina tres acordes de guitarra. En 1959 sucede el milagro: Jaques Brel graba un disco con los temas La valse à mille temps, Les Flamandes, La colombe y, sobre todo, con Ne me quitte pas, dedicado a su amante, Suzanne Gabriello, mientras su esposa le aguardaba lejos de la vorágine. En seis meses ya se habían vendido medio millón de copias del disco y tuvo que ofrecer más de trescientos recitales, cada vez mejor pagados. Sin dormir apenas, aguantó el tipo en las barras de los bares. Bebiendo cerveza, fumando como una chimenea, tentando al deseo y reinventándose el mundo. Suzanne ─Zizou, como él la llamaba─ tenía veintitrés años cuando la conoció, ya casado y con hijos. Aquella chica tenía los cabellos cortos y negros a lo “garçon”, unos ojos sombríos y un “coup” de impertinencia. La pasión mutua duró cinco años. Pura ducha escocesa para ambos. Ahora me voy. Regreso y me quedo. No volveremos a vernos más. Ni contigo ni sin ti. Se separaron y volvieron a juntarse tantas veces como dedos tenemos entre las manos y los pies.

Cuando ella se quedó embarazada, Brel se negó a aceptar la paternidad. Zizou intentó suicidarse, la salvaron en un hospital y desapareció. Entonces, desgarrado por el miedo, el cantante escribió Ne me quitte pas (No me dejes), la canción de amor más desesperada que se ha escrito jamás. Al cabo de los años, el propio artista diría de su mejor obra, “no es más que la historia de tres hombres en uno: un gilipollas, un fracasado y un cobarde”.


Ne me quitte pas
Il faut oublier
Tout peut s'oublier
Qui s'enfuit déjà
Oublier le temps
des malentendus
et le temps perdu
a savoir comment
oublier ces heuresq
qui tuaient parfois
A coups de pourquoil
Le coeur du bonheur
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas.
Ne me quitte pas
Moi je t'offrirai
des perles de pluie
venues de pays
où il ne pleut pas
Je creuserais la terre
jusqu'après ma mort
pour couvrir ton corps
d'or et de lumière
Je ferai un domaine
où l'amour sera roi
où l'amour sera loi
oú tu seras ma reine
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Je t'inventerai
des mots insensésq
que tu comprendras
Je te parlerai
de ces amants là
oui ont vu deux fois
leurs coeurs s'embraser
Je te raconterai
l'histoire de ce roi
mort de n'avoir pas
pu te rencontrer
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
On a vu souvent
rejaillir le feu
d'un ancien volcan
qu'on croyait trop vieux
Il est paraît-il
des terres brûlées
donnant plus de blé
qu'un meilleur avril
et quand vient le soir
pour qu'un ciel flamboie
le rouge et le noir
ne s'épousent-ils pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Je ne vais plus pleurer
Je ne vais plus parler
Je me cacherai là
A te regarder
danser et sourire
et à t'écouter
Chanter et puis rire
laisse-moi devenir
l'ombre de ton ombre
l'ombre de ta main
l'ombre de ton chien
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas





No me dejes
Es necesario olvidar
Todo se puede olvidar
Quien se escapa ya
Olvidar el tiempo
de los malentendidos
y el tiempo perdido
a saber cómo
Olvidar estas horas
quiénes mataban a veces
a golpes de porqué
el corazón de la felicidad
No me dejes
No me dejes
No me dejes
Yo te ofreceré
perlas de lluvia
llegadas del país
donde no llueve
Yo cavaré la tierra
hasta después de mi muerte
para cubrir tu cuerpo
de oro y de luz
Haré un ámbito
donde el amor será rey
donde el amor será ley
donde serás reina
No me dejes
No me dejes
No me dejes
Yo te inventaré
unas palabras absurdas
que te incluirá
yo te hablaré
de esos amantes
quien vio dos veces
sus corazones abrazarse
Yo te diré
la historia de este rey
muerto de no haber
podido encontrarte
No me dejes
No me dejes
No me dejes
A menudo vimos
reflejarse el fuego
de un antiguo volcán
que se creía demasiado viejo
Es, parece
de las tierras quemadas
dando más trigo
que mejor abril
y cuando viene la noche
para que un cielo brille
el rojo y el negro
No se casan
No me dejes
No me dejes
No me dejes
No voy a llorar más
no voy a hablar más
me esconderé allí
al mirarte
bailar y sonreír
y a escucharte
cantar y luego reír
Déjame hacerte
la sombra de tu sombra
la sombra de tu mano
la sombra de tu perro
No me dejes
No me dejes
No me dejes


Le operaron de un cáncer de pulmón, que sólo retrasó lo inevitable, y cuando se extendieron los rumores de su enfermedad, zarpó en su barco a instalarse en la Polinesia francesa. Tres años le duró la inocencia de los Mares del Sur junto a una mulata joven, de cabellos cortos y cuerpo de pantera, llamada Maddly Bamy.

Jaques Brel murió de una embolia pulmonar, a las tres de la madrugada del 9 de octubre de 1978, en la habitación 305 del hospital parisino Avicena. Él, que había escrito: “morir no es nada, pero envejecer...¡ay, envejecer!”, lo hizo a los cuarenta y nueve años. Sus restos descansan hoy en un pequeño cementerio polinesio de Atuona, en Hiva-Oa, a unos pocos metros de la tumba del pintor Paul Gauguin.